La
literatura del XVIII: el Neoclasicismo
Características
En
literatura se impuso el Neoclasicismo:
los autores ilustrados buscaron un nuevo modelo estético que respondiera a sus
aspiraciones de mejora de la sociedad, de aplicación del pensamiento racionalista
y de divulgación del conocimiento. Esto explica que triunfaran los principios
clásicos, basados en la armonía y el equilibrio, y que se rechazaran los
excesos de la imaginación y de la expresión que habían caracterizado a la
literatura barroca. Al igual que había sucedido en el Renacimiento, el arte
clásico se convirtió en el modelo de los ilustrados.
La
literatura neoclásica queda también sujeta a la razón. Se escriben por entonces
tratados que establecen las reglas a las que se debe someter toda obra
literaria, como la Poética de
Luzán (1737). En el siglo XVIII se defendían los siguientes principios en
literatura:
·
La obra debía responder a un modelo
universal y tenía que ser un reflejo de la realidad, ajustado a los principios
de verosimilitud y decoro.
·
Las creaciones debían seguir la
preceptiva clásica, sin mezclar lo trágico y lo cómico.
·
La literatura debía tener
esencialmente una intención didáctica. La obra literaria había de cumplir el
principio clásico de «enseñar deleitando». Sin embargo, el arte dieciochesco
produjo también una literatura de inspiración clásica en la que se recreaban
los placeres de la vida dentro de un entorno natural poblado por figuras
mitológicas.
·
La creación literaria se guía por la
razón, por lo que los escritores manifiestan su espíritu crítico ante el mundo
que los rodea.
A finales del siglo, algunos
escritores rechazan la rigidez de la normativa neoclásica y ensalzan los
sentimientos por encima de la razón. Este movimiento se denomina
Prerromanticismo, ya que anuncia ciertas características románticas.
Principales
géneros de la literatura neoclásica
El espíritu crítico y el afán
didáctico impregnan los géneros tradicionales y fomentan el desarrollo de
otros, como el ensayo o la fábula.
El ensayo permite la divulgación del
pensamiento ilustrado. Los principales ensayistas son Benito Jerónimo Feijoo y
Gaspar Melchor de Jovellanos.
En
el campo de la prosa de ficción, destacan la novela Fray Gerundio de Campazas, del padre Isla, y las obras de José Cadalso:Cartas
marruecas, en la que la sátira social se vale del género epistolar, y Noches lúgubres.
La poesía se va a guiar por los
criterios de didactismo y «buen gusto» y por la admiración a los autores
grecolatinos propia de la época. Así, se desarrolla una poesía utilitaria y
filosófica junto a una lírica sensorial de inspiración clasicista, que recupera
géneros como las anacreónticas o que regresa a la ambientación bucólica. Ambas
tendencias están representadas por Juan Meléndez Valdés, el poeta más
significativo del siglo. La poesía en boca de pastores permite al autor
neoclásico expresar sus sentimientos de una forma indirecta. Por su parte, las
anacreónticas deben su nombre al poeta griego Anacreonte; en ellas se
transmiten los deleites de la vida y se tratan temas como el amor, los
banquetes y el vino. Asimismo, se recupera la fábula, género que se adapta
perfectamente a la intención ilustrada de enseñar deleitando. Sus principales
cultivadores son Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego.
En el teatro se impone la preceptiva clásica y se rechaza la comedia
barroca. Conscientes de la importancia social del fenómeno dramático, los
ilustrados quisieron utilizarlo para difundir su ideología, como se observa en
las obras de Leandro Fernández de Moratín.